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  • Distinta

    Soy una persona con carácter y visión propia. No busco encajar en estándares ni aparentar lo que no soy. Me defino por mi capacidad de aprender, adaptarme y mejorar constantemente, sin perder mi esencia.

  • Metáfora árbol de frutas

    Había un pájaro que se refugiaba a diario en las ramas secas de un árbol que se alzaba en medio de una inmensa llanura desértica. Un día, una ráfaga de viento arrancó la raíz del árbol, obligando al pobre pájaro a volar cien millas en busca de un nuevo refugio… hasta que, llegó a un bosque lleno de árboles cargados de ricas frutas.

  • Ausencia

    Maestro, ¿dónde está Dios? Aquí mismo . ¿Dónde está el paraíso?

  • "no me gusta el yoga"

    El yoga puede ser difícil para algunas personas. Muchas veces, la gente dice que no les gusta. Creen que es lento o poco físico. Sin embargo, hay razones más profundas detrás de esto. El silencio y la calma del yoga pueden ser desafiantes. La mente se siente incómoda cuando no hay distracciones. Estamos acostumbrad@s a estar ocupad@s todo el tiempo. Por eso, enfrentarnos a nuestros propios pensamientos puede ser difícil. Además, el tipo de esfuerzo en el yoga es diferente. A menudo, pensamos en el ejercicio como algo intenso. Por ejemplo, correr o levantar pesas nos hace sudar. Pero en el yoga, el esfuerzo es más interno. La sociedad valora la acción y la rapidez. Hacer más se ve como un signo de éxito. Sin embargo, el yoga enseña a sostener una postura con consciencia, controlar la respiración, mantener la atención y eso exige fuerza y disciplina mental, no sola física. Esto puede ser un choque con la mentalidad actual. Cuando intentamos relajarnos, puede ser complicado. Muchas personas descubren que no saben cómo estar en calma. Esto puede causar ansiedad o miedo. Es más fácil rechazar el yoga que enfrentarnos a esos sentimientos, decir “ no me gusta el yoga”  que afrontar ese proceso interno.

  • No pienses en monos

    Un aspirante espiritual querría hacer un retiro de meditación, pero no sabia que técnica utilizar. Se dirigió a un maestro y le decía: Maestro, te estaría sumamente agradecido si pudieras recomendarme una técnica de meditación, ya que he planeado estar varias semanas en el bosque para hacer un retiro de meditación. El maestro dijo:

  • El Reloj dorado

    En el pueblo de Villatempus, había un joven llamado Tomás, conocido por su indiferencia hacia el tiempo. Nunca llegaba puntual a sus citas, hacía esperar a sus amigos y parecía no darse cuenta de que su descuido afectaba a los demás.

  • La escalera de uno solo

    Cada semana buscaba gente que lo ayudara a crecer: conocidos con muchos seguidores, amigos con contactos, familiares con tiempo libre. Entre ellos estaba Eva, su prima. Siempre había estado ahí: le prestaba la cámara, le ayudaba a editar, hasta le presentó a sus primeros invitados. Pero esa semana, Eva estaba enferma apenas comía, apenas podía mantenerse de pie. Tomás le escribió: ¿Me ayudas a grabar el episodio de mañana? Es con alguien importante. Eva respondió: No estoy bien. No puedo. Tomás insistió: Es una oportunidad única. No puedo perderla por tu drama. Eva leyó el mensaje. No contestó. Le sorprendió que ni siquiera le preguntara que era lo que le pasaba. Tomás grabó el episodio con otra persona. Lo publicó. Escribió: “ Gracias a los que sí están cuando se necesita. Los que no, que se queden en su nube.” Eva lo vio desde su cama. Sintió que nunca la había ni valorado ni apreciado. Pasaron los meses. Tomás creció. Se rodeó de gente como él: ambiciosa, rápida, siempre disponible para el foco. Compartían contactos, se etiquetaban, se aplaudían. Pero algo faltaba. Las conversaciones eran vacías. Las risas, forzadas. Nadie preguntaba cómo estaba. Solo si ya había subido el video. Una noche, después de una entrevista especialmente buena pero fría, Tomás revisó sus mensajes antiguos. Encontró uno de Eva, de meses atrás: “Me gusta cuando tus entrevistas tienen alma. No solo ruido.” Sintió un nudo en la garganta. Recordó cómo Eva lo miraba, cómo le decía la verdad sin rodeos, cómo le apoyaba el proyecto cuando nadie más lo hacía. Quiso escribirle. Pero sabía que era tarde, Eva ya no estaba "cerca". Tomás se quedó con su éxito. Y con el vacío. Reflexión: El foco puede iluminar. Pero también puede cegar. Es fácil rodearse de gente que solo aplaude. Lo difícil es cuidar a quienes ven más allá del aplauso. Porque cuando el alma se va, el ruido no basta.

  • Importante?

    He estado en contacto con gente importante, y también con aquellos que se creen importantes. He compartido mesa con gente “famosa” y he tenido que escuchar discursos de gente con el ego por las nubes. Pero aprendí que la verdadera grandeza no necesita alardear. No presume, no exige, no se impone. Las personas más grandiosas que he conocido son las que escuchan más de lo que hablan, las que preguntan con curiosidad real, las que no necesitan demostrar nada. Su humildad no es debilidad, es una fuerza que no necesita disfrazarse. Es presencia sin necesidad de espectáculo, sabiduría sin fanfarronear, poder sin violencia. Y entonces lo entendí: no es el título, ni los aplausos, ni el número de seguidores. Es la capacidad de hacer espacio para los demás, de mirar con cariño, de caminar sin molestar. A veces, los que más brillan son los que menos ruido hacen. Y eso, para mí, es lo verdaderamente importante

  • ausencia del ego

    Este cuento nos habla sobre la ausencia de las identificaciones, la ausencia del ego. En ocasiones los ruidosos visitantes ocasionaban un verdadero alboroto que acababa con el silencio del monasterio. Aquello molestaba bastante a los discípulos; no así al Maestro, que parecía estar tan contento con el ruido como con el silencio. Un día, ante las protestas de los discípulos, les dijo:

  • Parábola del oasis

    A un oasis llega un joven, toma agua, se asea y pregunta a un anciano que se encuentra descansando: ¿Qué clase de personas viven aquí? El anciano le pregunta:.

  • El susurro que nunca llegó

    En un pueblo donde las palabras tenían peso, vivía un anciano sabio llamado Elías. No tenía riquezas ni títulos, pero todos acudían a él cuando necesitaban respuestas. Sabía de estrellas, de plantas, de corazones rotos y de sueños perdidos.

  • El susurro de las velas

    El susurro de las velas Cada año, en el día de su cumpleaños, Elena tenía un pequeño ritual: al caer la tarde, apagaba las luces, encendía las velas de su pastel y cerraba los ojos por un momento antes de soplarlas. No era solo para pedir un deseo, sino para escuchar lo que las llamas tenían que decirle. Este año, al abrir los ojos, vio cómo las pequeñas llamas temblaban suavemente, como si le hablaran. En ese instante, recordó todos los momentos que la habían traído hasta aquí: las risas compartidas, los desafíos superados, los abrazos que habían dejado huellas en su corazón. Cada vela era un fragmento de su vida iluminando el presente.

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